Hace tiempo que no la hallaba y decidí salir a buscarla, unas cuantas letras dispersadas por el suelo del pasillo, me dieron la pista.
Abrí una puerta y allí estaba;
un cúmulo de letras la rodeaban, (se me asemejó un pequeño capullo de rosa); arrodillada en el suelo de la esquina mas sombría de la habitación, dormía.
Tan solo logré vislumbrar una maraña de cabellos que asomaban formando el centro de aquel capullo.
Intenté leer, pero aquel torbellino de letras no formaba ninguna palabra.
Me quedé allí de pie, con la mano en el pomo de la puerta, tan apenas unos segundos después, cuando me disponía a cerrar,un brusco movimiento de letras llamó mi atención, era ella incorporándose.
Se quedó de pie, menuda y blanca, transparente la piel, casi etérea en su desnudez, clavó por un instante sus enormes ojos en los míos. Eran grandes e indescriptibles…
asombro, duda, miedo, decepción, vergüenza?, no fui capaz de leer su misterio.
Como hálito de viento pasó por delante de mi y comenzó a correr el pasillo con la grácilidad de una mariposa.
Huía, y tras ella, una estela de letras desprendiéndosele del cuerpo; la seguí en silencio mientras las guardaba en mis bolsillos.
Se detuvo frente a otra puerta y entró.
De nuevo sus ojos en los míos, que esta vez se lanzaron desde el quicio de sus pestañas para bucear los suyos.
Entre medio de una mansa tristeza, una gran ola de desesperación cerró sus párpados.
Cuando volvió a abrir los ojos estos sostenían un charco de agua trémula, y su mirada suplicaba un perdón.
Cerré la puerta y apoyé mi espalda en ella, me puse de cuclillas, la cabeza entre las manos.
Aún no sé, no sé que habrá sido de ella.
Mi musa había abierto una ventana, se había sentado en ella, medio cuerpo le asomaba afuera, y del otro medio goteaba mojadas letras, que tras caer se pegaban en el suelo de la estancia.
Yo sigo en el pasillo.
No sé… no puedo abrir esa puerta, el miedo a leer una sola palabra me aterroriza.
Si, ese miedo,
adiós, es la palabra.
Tras la musa – JOff