Esta mañana paseaba a mi perro,
y vi al Principito.
(Domingo. Ocho y media
de la mañana).
Caminaba cabizbajo,
las manos en el bolsillo
de un anorak de entretiempo,
y la capucha puesta.
Cruzó la valla de la urbanización
que limita con la zona militar,
y continuó su camino por un estrecho sendero.
( Prohibido el paso. Peligro. Zona militar).
Mi perro intentó hablar con él,
incluso se esmeró por hablar el idioma del zorro,
pero unos desengañados ladridos,
más próximos a un quejido,
que a una llamada de alerta…
lo dejaron sin ánimo y enmudeció.
El Principito continuó caminando el sendero,
su paso lento, las manos aun en los bolsillos,
y la capucha, puesta.
No giró la cabeza ni una sola vez.
Nosotros, emprendimos la vuelta a casa en silencio.
Me preguntaba como aquel muchacho
había podido elegir aquel camino,
ni siquiera sé como había hecho
para cruzar la valla.
Señales de peligro,
un gran bosque de pinos,
y una extensa llanura de hierba seca,
franqueaban su senda.
Aquel no era lugar para que creciesen rosas;
encontraría él la suya?.
Mi perro interrumpió mis pensamientos,
se me acercó meneando el rabo,
estaba contento.
Como otras muchas veces,
era señal de que traía algo en su boca para mi.
Depositó sobre mis pies una pequeña ramita,
con una diminuta piña en su extremo.
Con ese obsequio me sorprendió esta mañana.
La porté en mi mano orgullosa.
Más tarde pensaría en el regalo,
para mi fue como si me hubiese entregado una flor,
una flor única; y de todas las flores, la más hermosa.
Después de todo…
pienso que es posible que el muchacho encuentre su rosa,
sea cual sea el camino que haya decidido andar.
Como dijo el zorro al Principito,
“solo se ve bien con el corazón,
lo esencial es invisible a los ojos”.
Aunque he de confesar,
que aun me alerta y siento inquietud
por ese principito madrugador.
( Lunes. Cinco horas y tres minutos
de la madrugada).
A dónde vas Principito?.- JOff