…despertó tarde aquella mañana,
la noche entre persecuciones,
escondites imposibles,
monstruos y seres deformes,
había agitado su sueño.
Estiró sin girarse,
la mano hacia el otro lado de la cama,
el frío congeló sus huesos.
Se incorporó y sin mirar hacia
aquella tumba todavía sin cubrir,
comenzó lentamente a vestir
su desnudo cuerpo.
De debajo de la almohada,
sacó el camisón de seda blanco,
que nunca usara y lentamente lo deslizó por su cabeza.
Peinó con mimo y paciencia,
la enmarañada cabellera,
y frente al espejo de la cómoda,
maquilló con precisión los labios
de una fina y deshidrata boca,
con un apagado color ciruela.
Asintió a aquella imagen famélica y burlona.
Descorrió las cortinas de una avanzada mañana,
y sin prisa alguna,
subió con aire serio y regio
sobre la escalinata improvisada,
en que había convertido la silla de su tocador.
El vuelo, coloreo sus pálidas mejillas.
Una dulce sonrisa resplandeció.
De la comisura de sus labios,
una perla acuosa se columpiaba impune,
mientras otra, incipiente,
quedó congelada al borde de un lago gris.
Abandonó lentamente el andén,
el último vagón desapareció de su vista.
Taciturno, el hombre giró sobre sus propios pasos.
Con su maleta de cuero,
volvió a cruzar la puerta de la estación.
Ella, seguramente, aun estaría desayunando.
El viaje.- JOff
//Historias del corazón y la razón de la sinrazón//.
Eres una gran escritora y el relato es soberbio. Un placer y un regalo leerte .
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