En el recuerdo prestado.

Lo recuerdo muy bien…
Cubrirste mis hombros con tu piel
y hablabas… decías… contabas…
Y yo, lo viví contigo.
Me sobresaltaron los golpes en la madrugada. Escuché ese llanto sostenido, mientras dormían los niños casi apilados sobre la misma cama.
Sentí tus puños sin sangre aferrados al delantal de tu madre; vi sus sienes con las venas de azul acero, resquebrajando la piel hasta su frente.
Sí, cambiaste mis piernas por las tuyas, y el hielo cortó el ya sesgado aire en mis pulmones, estaban tan frías…
Él se fue, se lo llevaron, y vi como antes de partir, al vacío por sus ojos se le lanzaba el alma, aterrizó sobre los pies descalzos de su bien amada, y allí quedó, abrazando sus tobillos.
Ella, se convirtió en estatua.
Tú, caminaste descalza entre las sombras de la sombra más oscura, en sigilo, sin que nadie te viera, fuiste tras él. Y él, con la frente en alto, tarareando aquella canción… no, no era una marcha, ni un imno era, que sabía él de ese cantar, ¡nada!, ni siquiera de esa guerra. No era su guerra, ¡no!, ni a nadie perteneciera que él supiera; era una nana.

Sí, también cambiaste mis rasgados ojos por los tuyos, a punto de estallar dentro de sus cuencas.
Lo vi, lo vi todo… todo lo vi, por tus ojos…
Un solo disparo las cuatro sombras, y un ángel alzado, lanzado a aquel carro.
Y sí, también la vi a ella, sin rostro con su capucha negra, tirando de las riendas.
Lo recuerdo, todo lo recuerdo ahora.
Hoy asomada a la ventana, esta ventana de nadie, ese gran ventanal de todos, donde afuera… el gran despropósito; alrededor ondean banderas escurriendo rojos gotarrones, y al contacto del suelo, el rojo, más rojo.
Ya muy cerca, el sonido claro de tambores y trompetas.
Más vivo tu recuerdo que nunca… cuando me giro, al mirar al interior, todo son estatuas de hielo, unas tiemblan por su frío, otras rígidas, impasibles.
Unas caminan arrastrando los ojos, algunas arrancándoselos, y otras como yo, al contemplar de nuevo el exterior, nos miramos y en crudo silencio, cada una en su recuerdo prestado de guerras, cómplices asentimos.
Sabemos que lo que se anuncia allá afuera convierte nuestro recuerdo, sólo en batallas.
Batallas tan pequeñas…
La guerra, aún no ha sido, la guerra.

*En el recuerdo prestado. -Juliet Offenbach

(En memoria, a Susana Mercedes Sanjuan Acirón, mi abuela. Historias de una guerra. Guerra Civil Española).

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s