De escombros se yerguen,
renacen las escombreras.
Del cimiento una rosa de sangre,
sus pétalos memoria en deshoje,
de los que de olvido pretenden,
dejar a la historia sin nombre.
Sin recuerdo el destructor,
con sus manos de codicia,
demuele, retuerce al hombre.
Arrasa su tierra,
somete a su gente.
Les roba la siembra,
alimenta alimañas,
para su séquito, simiente.
Para comprar su poder,
del pueblo vende las mieles.
Debería de sufrir las hambres,
probar el fruto, sus propias hieles.
Las semillas son en sangre,
se ahogan, fenecen.
Ha de caer el destructor,
junto a él, los que le protegen.
En su impotencia sangrante,
los pocos brotes que emergen,
por separado no ejercen,
ni resistencia, ni fuerza,
si no se juntan, perecen.
Ay, si los brotes no suman,
si bajo la hierba hablan,
si callan bajo las nubes.
Ay, si no se levantan.
Ay los brotes, si se pudren
si no salvan a la rosa…
solo deshechos, basura.
Ay si se lamen,
tan sólo la propia herida,
será la esperanza perdida.
Escombro sobre escombro,
sobre poso sin nombre…
una y otra vez en bucle,
la historia, repetida.
La rosa de la escombrera.-Juliet Offenbach