No puedo cerrar los ojos,
ni tampoco sostener la mirada.
A veces mantener la vista,
a veces, los párpados en bajada.
Tán abiertos, y en retirada,
tán cerrados y la vista clara.
Una cortina de agua,
un manantial en cascada,
un telón de tela opaca.
Mis ojos abiertos, sin mirada,
la mirada posada,
sin ojos al mundo,
desde el corazón, en su ventana.
La impotencia del que llora
con el caudal que arrastra,
torturas, malditas guerras,
muerte, injusticia, matanza.
Todo lo llevan las olas,
lo emergen, sumergen,
lo golpean contra las rocas.
Que hacer con los ojos abiertos?
qué con la mirada oscura,
qué, con la vista cruda,
vacía, o desnuda.
Las manos al cielo,
el grito ahogado,
la voz, en un desierto mojado.
Los cánticos en plegarias,
y el Dios de las pequeñas cosas,
con los ojos entornados,
el Dios de las cosas grandes,
con los ojos vendados,
y el Dios de todas las cosas,
con los ojos, cerrados.
El Dios ciego…
implacable, duro, destructor.
El Dios impotente,
con lo que él mismo creó.
Y yo, insignificante en mis armas,
que hago con mis ojos, yo?
abiertos o cerrados,
mis manos en la batalla,
pero ¡Dios!,
tan sólo, como mis ojos…
tan… solo… tengo dos.
Impotencia.- Juliet Offenbach